Cuando un novelista se enamora de su obra no tiene ojos más que para ella y lo demás no importa. Estrella principió a escribirme, a mí, La canción de la manzana, y lo hacía febrilmente, riéndose muy a gusto con las ocurrencias de mis protagonistas, tanto, que quien la hubiera escuchado sin conocerla podía haber creído que le faltaba un tornillo. Fue muy divertido, inolvidable, y lo mejor de todo es que a cada nuevo capítulo de más buen humor estaba su autora, por lo que pensó que aquella novela era el remedio contra la depresión, la tristeza y las ideas negativas, una medicina infalible mejor que cualquier fármaco antidepresivo.
Y la respuesta es que quienes la leyeron, on line al principio, le mandaban e-mails diciéndole lo bien que se lo habían pasado con su lectura; más adelante os contaré los detalles.
Y la respuesta es que quienes la leyeron, on line al principio, le mandaban e-mails diciéndole lo bien que se lo habían pasado con su lectura; más adelante os contaré los detalles.