¡En la ciudad de New York junto a mi prologuista, Mikel Urmeneta, Hijo predilecto de Lantornia!
Yo, La canción de la manzana, tengo un prólogo de lujo que me ha escrito especialmente Mikel Urmeneta, y, sin pecar de vanidosa puedo afirmar que pocas manzanas tienen ese privilegio, por no decir ninguna, ni siquiera la del Paraíso, ni la de Newton, ni la de Blancanieves.
Un prólogo es algo semejante a un título de nobleza, ¿no os parece?, y yo he tenido la inmensa suerte de que me dediquen uno, cómo para saltar de alegría... con cuidado de no salir rodando igual que una pelota, claro.
Y volviendo a Mikel, porque el chico se lo merece, nadie más que él podía escribir el prólogo de La canción de la manzana... No, no, no es que se me haya subido el prólogo en cuestión a la cabeza, es que es verdad. Mikel Urmeneta es el único, entre los siete mil millones de habitantes en este planeta, que lo podía hacer, por ello le ha sido concedido el nombramiento de Hijo predilecto de Lantornia (ya sabes, Lantornia el país europeo que linda con ninguna parte), y pocas personas obtienen tal honor, de hecho Mikel Urmeneta es el único.
El prólogo es una delicia Made in Mikel, hilarante, surrealista y encantador, y lo que más me gusta de él es que lo ha escrito pensando en mí y para ello ha tenido que meterse de lleno en mi novela haciéndose amigo de sus tres protagonistas y con ellos ha paseado por Rascasia, la capital de Lantornia, le ha echado los tejos a Battyanna, la chica que los enamora, le ha dado buenos consejos a Tris Dass y ha iniciado una excelente amistad, duradera amistad, con el entrañable Vitolio Trozidetroci, ¿puede pedirse más a un prologuista?, yo creo que no.
Ahora, no os hagáis ilusiones, no pienso soltar prenda del contenido del prólogo, si os interesa, ya sabéis lo que hay que hacer, leerme...
Yo, La canción de la manzana, tengo un prólogo de lujo que me ha escrito especialmente Mikel Urmeneta, y, sin pecar de vanidosa puedo afirmar que pocas manzanas tienen ese privilegio, por no decir ninguna, ni siquiera la del Paraíso, ni la de Newton, ni la de Blancanieves.
Un prólogo es algo semejante a un título de nobleza, ¿no os parece?, y yo he tenido la inmensa suerte de que me dediquen uno, cómo para saltar de alegría... con cuidado de no salir rodando igual que una pelota, claro.
Y volviendo a Mikel, porque el chico se lo merece, nadie más que él podía escribir el prólogo de La canción de la manzana... No, no, no es que se me haya subido el prólogo en cuestión a la cabeza, es que es verdad. Mikel Urmeneta es el único, entre los siete mil millones de habitantes en este planeta, que lo podía hacer, por ello le ha sido concedido el nombramiento de Hijo predilecto de Lantornia (ya sabes, Lantornia el país europeo que linda con ninguna parte), y pocas personas obtienen tal honor, de hecho Mikel Urmeneta es el único.
El prólogo es una delicia Made in Mikel, hilarante, surrealista y encantador, y lo que más me gusta de él es que lo ha escrito pensando en mí y para ello ha tenido que meterse de lleno en mi novela haciéndose amigo de sus tres protagonistas y con ellos ha paseado por Rascasia, la capital de Lantornia, le ha echado los tejos a Battyanna, la chica que los enamora, le ha dado buenos consejos a Tris Dass y ha iniciado una excelente amistad, duradera amistad, con el entrañable Vitolio Trozidetroci, ¿puede pedirse más a un prologuista?, yo creo que no.
Ahora, no os hagáis ilusiones, no pienso soltar prenda del contenido del prólogo, si os interesa, ya sabéis lo que hay que hacer, leerme...
¿Captáis el sentido del mensaje, nada subliminal por cierto?